martes, 3 de marzo de 2009

Sándor Márai


[...] Ni siquiera la infelicidad es gratis. A los escritores, el trabajo -con independencia de la calidad de las obras- nos obliga a mantener ardiendo el corazón, nuestros nervios y nuestra mente. No hay lugar para el regateo ni para preguntarse si "vale la pena"; no se puede regatear con las obsesiones propias, que los demás llaman "vocación" y revisten con símbolos altisonantes; yo creo que se trata simple y llanamente, de obsesiones...[...] A mí la "felicidad" nunca me ha atraído como una meta alcanzable paso a paso, más bien la despreciaba con una actitud obviamente enfermiza.

[...]¿Porqué no encuentra el hombre su lugar en la tierra? Cuando caminaba por la carretera de Aszód tras abandonar a mi familia -cualquier familia, la estrictamente mía y la de mi clase social- no me planteaba esa pregunta con tanta claridad, pero la llevaba aprisionada en mi interior, sin el ptahos sospechoso de las palabras. Hace veinte años de eso. Muchas veces hablo de otra cosa, pero nunca dejo de oír esa pregunta.

Un escritor me dijo en una ocasión que esa falta de satisfacción, esa tranquilidad son propias del hombre occidental. Una mujer me enseñó que es una "enfermedad característica de los escritores" la que impide que el artista obtenga satisfacción por otra vía que no sea su trabajo creativo. A lo mejor soy escritor. De todas formas sigo albergando ese afán de huir, de escapar que surge de pronto y hace que se resquebrajen los marcos estables de mi vida, que me empuja a situaciones escandalosas y a profundos estados de crisis.[...] Ya me he habituado a ese estado que nació aquel día de verano.[...]

Puf, este es un estracto de su libro Confesiones de un burgués. Exactamente de la página 185 a 187 de la editorial quinteto.

Madre mía, me he sentido desnudo con esas palabras. No puedo decir más.

¿Por qué no encuentra el hombre su lugar en la tierra?

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